—Cassandra
¡Cassandra! — instó Faustina, apoyada contra el muro de la cueva.
La
muchacha quien había estado fuera, viendo caer la lluvia, entró inmediatamente al escuchar el llamado de su abuela.
—Abuela,
aquí estoy, ¿Qué sucede?
La
anciana giró sobre sí misma, y comenzó a tantear a ciegas, en
busca de su nieta. La chica extendió la mano y atrapo la de la
anciana.
—El
cofre, necesito el cofre.
La
chica ayudó a la anciana a sentarse junto a una mesa.
Inmediatamente, abrió la puerta de un viejo armario, de madera
podrida y goznes oxidados, de su interior extrajo un cofre, de
belleza deslumbrante. La madera estaba finamente grabada con imágenes
de mujeres adorando el cielo, sus vestidos estaban decorados con incrustaciones de piedras preciosas de diferentes colores. Cassandra volvió
junto a su abuela, poso el cofre en la mesa y tomo la mano de la
mujer para posarla sobre este.
—Cassandra,
mi niña, he visto el futuro de Nirvana. Pronto todo el reino podria ser destruido. Los siete señores perecerán y siete nuevos señores
reinaran. En el trono reinara la oscuridad, y humanos, elfos, enanos
e incluso sirenas por igual, mil tormentos sufrirán.
—¿Cuándo
has visto este futuro tan horrible, abuela?
—Eso
ahora no importa, Cassandra, si fue hoy, ayer o hace una semana, lo
que vi no está lejos de empezar.
—Pero,
¿no podemos prevenir un futuro tan atroz?
—Cassandra,
nunca debes olvidar que incluso en la más profunda oscuridad,
siempre habrá una luz que se alzara, los horrores que este mundo
vivirá, hace siglos habían sido detenidos. Mi niña, siempre has
estado conmigo, has aprendido a ver más allá del presente y
recorrer los caminos ya transitados, aunque aun eres joven y tu poder
aún no dominas completamente, llegara el día en que tu sabiduría
será requerida.
—¿A
que te refieres, abuela?
—Siempre
has querido saber que es lo que guardo en este cofre, pues bien esta
noche te lo mostraré, cuando la noche este en su mas alto clímax.
Pero mientras tanto, se una buena nieta y enciende la hoguera.
Cassandra
se apartó de la mesa, mirando a su abuela quien sonreía
apaciblemente, con los ojos lechosos mirando hacia el vacío, o hacia
el futuro o el pasado y las manos asiendo el cofre.
La
chica se internó aun más en la caverna, para recolectar algunos
trozos de madera, que transporto hasta la sala donde la anciana
reposaba. Le valieron algunas idas y venidas antes de recolectar la
leña suficiente para encender la hoguera.
Una
vez el fuego listo, Cassandra posó un gran caldero sobre las llamas.
En su interior había un líquido espeso, de color malsano.
—Este
mundo ha conocido innombrables horrores, criaturas y seres han
desaparecido, algunos convirtiéndose en leyenda otros simplemente
olvidados —reanudó Faustina, cuando Cassandra se sentó frente a
ella, mientras el crepitar del fuego jugaba con el hierro del
caldero.
—Abuela
Faustina, no logro entender lo que me estás diciendo, por favor,
explícame más sobre lo que ocurrirá en Nirvana.
—Paciencia
querida, escucha lo que tengo que decirte, porque no volverás a
oírme.
Cassandra
intentó replicar, pero la anciana levantó la mano y la hizo callar.
Las arrugas surcaban la piel de la mujer, las sombras proyectadas por
las llamas le conferían un aire tétrico a sus facciones, resaltando las manchas en su rostro y sus ojos blanquecinos.
—Toda
vida en este mundo debe llegar a un final, algunas vidas terminan
pronto como fue el caso de tu madre, otras se prolongan mucho como mi
propia vida, pero todo ser debe morir.
"sin
embargo, hace mucho tiempo existió una mujer que transgredió las
leyes naturales de la vida, prolongó la llagada de su muerte en
busca de la eternidad y deformó su propia existencia y la de todo
aquel al que se relacionaba con ella. Fueron tiempos oscuros para los
seres de esta tierra.
—¿Qué
tiene todo esto que ver con tu visión, abuela?
—¡Todo!
Cassandra
esperó que la mujer prosiguiera, pero esta se sumió en sus propios
pensamientos.
—¡Todo!—murmuraba
para si la anciana— Todo...
El
contenido del caldero comenzó a burbujear, Cassandra dejó a
Faustina perdida en sus pensamientos, sentada a la mesa, mientras
ella sacaba dos cuencos de barro de un estante y los llenaba con el
líquido grisáceo.
—La
cena esta lista —Anuncio Cassandra, posando uno de los cuencos
frente a Faustina. La chica luego puso una cuchara de madera en la
mano de la anciana y tomó después su lugar en la mesa. El líquido
espeso y grumoso fue consumido en silencio.
—Delicioso
—declaró Faustina cuando termino.
—Si
así lo quieres abuela, yo habría preferido alguna fruta.
—Tú
preferirías conocer más allá de los lindes de esta montaña mi
niña.
—No,
no abuela... mi lugar esta aquí contigo... aunque... no, no
—Cassandra se sonrojó y clavo la mirada en el suelo —. Abuela,
por favor continua con tu historia —agrego la chica en un murmuro.
—No
tienes nada de que avergonzarte mi niña —Cassandra no respondió,
siguió con la mirada fija en el contenido de su cuenco.
Faustina
rió y prosiguió con su relato: — los dioses terrenales imploraron
a las deidades que les permitieran aniquilar a aquella mujer, quien
ganaba poder con el tiempo, pero las deidades hicieron caso omiso a
sus suplicas. Así los cuatro dioses se enfrentaron a la mujer, pero
no lograron vencerla. Sin embargo, esta mujer vio que podía ser atacada y su
eternidad arrebatada, fue así como dio nacimiento a su consorte,
amante y guardián de su seguridad. El reino de tinieblas se propagó
y el mundo se vio en peligro. Fue allí donde las deidades decidieron
actuar.
—Cuando
mencionas a los cuatro dioses, ¿te refieres a Ligiren, Eorthiren,
Brimiren y Lyftiren?
—Exactamente,
los cuatro dioses que se veneran en nuestros días por toda Nirvana.
Ligiren diosa del fuego, Eorthen dios de la tierra, Brimiren dios del
agua y Lyftiren diosa del aire.
"El
nombre de las deidades que estos dioses veneraban fue olvidado, pero
ellos dieron la llave a los dioses terrenales para que pudieran
detener a la oscura mujer y su consorte. La vida del mundo estaba
justo en los limites y los dioses terrenales dieron vida a la vida
misma.
—¿A
qué te refieres con eso de "dieron vida a la vida misma"?
Además, sigo sin entender la relación de la historia que me narras
con tu visión abuela.
—El
contenido de este cofre está compuesto por dos objetos, uno que ha
sido olvidado en el mundo y el otro es solo una leyenda.
Las
arrugadas manos de la anciana acariciaron el cofre con ternura, las
gemas incrustadas en este brillaban a la luz de las llamas.
—Cassandra,
estoy orgullosa de ti, si este mundo logra ser salvado, estoy segura
de que serás una gran mujer.
La
chica miró a la anciana, sin comprender sus palabras.
—EL
contenido de este cofre no puede caer en manos equivocadas, tú
sabrás a quien entregarle estos tesoros cuando el momento haya
llegado. Ahora, por favor, mi dulce niña, llévame a mi lecho, mis
viejos huesos necesitan descansar —Faustina sonrío a su nieta, y
luego agrego —: si, Faustina necesita un gran descanso.
Cassandra
se apresuró a acompañar a la anciana a un lecho de paja, ubicado en
una grieta en lo profundo de la cueva, allí la anciana se acostó.
—Cassandra,
puedes ver el contenido del cofre si así te place, toma la llave —la
mujer saco una pequeña llave de hierro del interior de sus ropas y
la entrego a la chica —. Cuida bien esa llave querida niña, yo sé
que tú podrás hacerlo, tengo plena confianza en ti.
La
anciana abrazó a su nieta y le planto un beso en la frente.
Unos
minutos después de que Faustina se durmiera, Cassandra volvió al
espacio donde crepitaba la hoguera casi extinta. No comprendía nada
de lo que había ocurrido aquella noche, las extrañas palabras de su
abuela, el misterioso relato sobre los dioses y esas dos criaturas
que casi destruyen el mundo y sobre todo el contenido del cofre,
donde solo había una pulsera con dos serpientes enroscadas, cada una
en un sentido, mordiéndose su propia cola, Una blanca y la otra
negra. Y una roca ovalada, compuesta por escamas.
"¿Qué
son estas cosas abuelas?" pensó la chica, posando la roca de
nuevo en el interior del cofre. En ese instante, una visión como
nunca antes había tenido llego a su mente y vio a un joven pelirrojo
de pie ante una casa en llamas. Sombras largas, otras gordas rodeaban
al chico, encogiéndose o agrandando. El chico se alejó del fuego y
las sombras acechantes. Un gran bosque apareció y él se internó en
este.
Cassandra
estaba de rodillas en el suelo, sudando frío, la respiración
agitada. Pero esta no fue la última de sus visiones, aquella noche
un torrente de imágenes la agobio. Para cuando el sol se elevó en
el horizonte, Cassandra se preparó para despedir a Faustina en su
viaje al mundo de los muertos. Ahora entendía lo que Faustina le
había dicho.
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