jueves, 28 de agosto de 2014

PRELUDIO


Cassandra ¡Cassandra! — instó Faustina, apoyada contra el muro de la cueva.

La muchacha quien había estado fuera, viendo caer la lluvia, entró inmediatamente al escuchar el llamado de su abuela.

—Abuela, aquí estoy, ¿Qué sucede?

La anciana giró sobre sí misma, y comenzó a tantear a ciegas, en busca de su nieta. La chica extendió la mano y atrapo la de la anciana.

—El cofre, necesito el cofre.

La chica ayudó a la anciana a sentarse junto a una mesa. Inmediatamente, abrió la puerta de un viejo armario, de madera podrida y goznes oxidados, de su interior extrajo un cofre, de belleza deslumbrante. La madera estaba finamente grabada con imágenes de mujeres adorando el cielo, sus vestidos estaban decorados con incrustaciones de piedras preciosas de diferentes colores. Cassandra volvió junto a su abuela, poso el cofre en la mesa y tomo la mano de la mujer para posarla sobre este.

—Cassandra, mi niña, he visto el futuro de Nirvana. Pronto todo el reino podria ser destruido. Los siete señores perecerán y siete nuevos señores reinaran. En el trono reinara la oscuridad, y humanos, elfos, enanos e incluso sirenas por igual, mil tormentos sufrirán.

—¿Cuándo has visto este futuro tan horrible, abuela?

—Eso ahora no importa, Cassandra, si fue hoy, ayer o hace una semana, lo que vi no está lejos de empezar.

—Pero, ¿no podemos prevenir un futuro tan atroz?

—Cassandra, nunca debes olvidar que incluso en la más profunda oscuridad, siempre habrá una luz que se alzara, los horrores que este mundo vivirá, hace siglos habían sido detenidos. Mi niña, siempre has estado conmigo, has aprendido a ver más allá del presente y recorrer los caminos ya transitados, aunque aun eres joven y tu poder aún no dominas completamente, llegara el día en que tu sabiduría será requerida.

—¿A que te refieres, abuela?

—Siempre has querido saber que es lo que guardo en este cofre, pues bien esta noche te lo mostraré, cuando la noche este en su mas alto clímax. Pero mientras tanto, se una buena nieta y enciende la hoguera.

Cassandra se apartó de la mesa, mirando a su abuela quien sonreía apaciblemente, con los ojos lechosos mirando hacia el vacío, o hacia el futuro o el pasado y las manos asiendo el cofre.

La chica se internó aun más en la caverna, para recolectar algunos trozos de madera, que transporto hasta la sala donde la anciana reposaba. Le valieron algunas idas y venidas antes de recolectar la leña suficiente para encender la hoguera.

Una vez el fuego listo, Cassandra posó un gran caldero sobre las llamas. En su interior había un líquido espeso, de color malsano.

—Este mundo ha conocido innombrables horrores, criaturas y seres han desaparecido, algunos convirtiéndose en leyenda otros simplemente olvidados —reanudó Faustina, cuando Cassandra se sentó frente a ella, mientras el crepitar del fuego jugaba con el hierro del caldero.

—Abuela Faustina, no logro entender lo que me estás diciendo, por favor, explícame más sobre lo que ocurrirá en Nirvana.

—Paciencia querida, escucha lo que tengo que decirte, porque no volverás a oírme.

Cassandra intentó replicar, pero la anciana levantó la mano y la hizo callar. Las arrugas surcaban la piel de la mujer, las sombras proyectadas por las llamas le conferían un aire tétrico a sus facciones, resaltando las manchas en su rostro y sus ojos blanquecinos.

—Toda vida en este mundo debe llegar a un final, algunas vidas terminan pronto como fue el caso de tu madre, otras se prolongan mucho como mi propia vida, pero todo ser debe morir.

"sin embargo, hace mucho tiempo existió una mujer que transgredió las leyes naturales de la vida, prolongó la llagada de su muerte en busca de la eternidad y deformó su propia existencia y la de todo aquel al que se relacionaba con ella. Fueron tiempos oscuros para los seres de esta tierra.

—¿Qué tiene todo esto que ver con tu visión, abuela?

—¡Todo!

Cassandra esperó que la mujer prosiguiera, pero esta se sumió en sus propios pensamientos.

—¡Todo!—murmuraba para si la anciana— Todo...

El contenido del caldero comenzó a burbujear, Cassandra dejó a Faustina perdida en sus pensamientos, sentada a la mesa, mientras ella sacaba dos cuencos de barro de un estante y los llenaba con el líquido grisáceo.

—La cena esta lista —Anuncio Cassandra, posando uno de los cuencos frente a Faustina. La chica luego puso una cuchara de madera en la mano de la anciana y tomó después su lugar en la mesa. El líquido espeso y grumoso fue consumido en silencio.

—Delicioso —declaró Faustina cuando termino.

—Si así lo quieres abuela, yo habría preferido alguna fruta.

—Tú preferirías conocer más allá de los lindes de esta montaña mi niña.

—No, no abuela... mi lugar esta aquí contigo... aunque... no, no —Cassandra se sonrojó y clavo la mirada en el suelo —. Abuela, por favor continua con tu historia —agrego la chica en un murmuro.

—No tienes nada de que avergonzarte mi niña —Cassandra no respondió, siguió con la mirada fija en el contenido de su cuenco.

Faustina rió y prosiguió con su relato: — los dioses terrenales imploraron a las deidades que les permitieran aniquilar a aquella mujer, quien ganaba poder con el tiempo, pero las deidades hicieron caso omiso a sus suplicas. Así los cuatro dioses se enfrentaron a la mujer, pero no lograron vencerla. Sin embargo, esta mujer vio que podía ser atacada y su eternidad arrebatada, fue así como dio nacimiento a su consorte, amante y guardián de su seguridad. El reino de tinieblas se propagó y el mundo se vio en peligro. Fue allí donde las deidades decidieron actuar.

—Cuando mencionas a los cuatro dioses, ¿te refieres a Ligiren, Eorthiren, Brimiren y Lyftiren?

—Exactamente, los cuatro dioses que se veneran en nuestros días por toda Nirvana. Ligiren diosa del fuego, Eorthen dios de la tierra, Brimiren dios del agua y Lyftiren diosa del aire.

"El nombre de las deidades que estos dioses veneraban fue olvidado, pero ellos dieron la llave a los dioses terrenales para que pudieran detener a la oscura mujer y su consorte. La vida del mundo estaba justo en los limites y los dioses terrenales dieron vida a la vida misma.

—¿A qué te refieres con eso de "dieron vida a la vida misma"? Además, sigo sin entender la relación de la historia que me narras con tu visión abuela.

—El contenido de este cofre está compuesto por dos objetos, uno que ha sido olvidado en el mundo y el otro es solo una leyenda.

Las arrugadas manos de la anciana acariciaron el cofre con ternura, las gemas incrustadas en este brillaban a la luz de las llamas.

—Cassandra, estoy orgullosa de ti, si este mundo logra ser salvado, estoy segura de que serás una gran mujer.

La chica miró a la anciana, sin comprender sus palabras.

—EL contenido de este cofre no puede caer en manos equivocadas, tú sabrás a quien entregarle estos tesoros cuando el momento haya llegado. Ahora, por favor, mi dulce niña, llévame a mi lecho, mis viejos huesos necesitan descansar —Faustina sonrío a su nieta, y luego agrego —: si, Faustina necesita un gran descanso.

Cassandra se apresuró a acompañar a la anciana a un lecho de paja, ubicado en una grieta en lo profundo de la cueva, allí la anciana se acostó.

—Cassandra, puedes ver el contenido del cofre si así te place, toma la llave —la mujer saco una pequeña llave de hierro del interior de sus ropas y la entrego a la chica —. Cuida bien esa llave querida niña, yo sé que tú podrás hacerlo, tengo plena confianza en ti.

La anciana abrazó a su nieta y le planto un beso en la frente.

Unos minutos después de que Faustina se durmiera, Cassandra volvió al espacio donde crepitaba la hoguera casi extinta. No comprendía nada de lo que había ocurrido aquella noche, las extrañas palabras de su abuela, el misterioso relato sobre los dioses y esas dos criaturas que casi destruyen el mundo y sobre todo el contenido del cofre, donde solo había una pulsera con dos serpientes enroscadas, cada una en un sentido, mordiéndose su propia cola, Una blanca y la otra negra. Y una roca ovalada, compuesta por escamas.

"¿Qué son estas cosas abuelas?" pensó la chica, posando la roca de nuevo en el interior del cofre. En ese instante, una visión como nunca antes había tenido llego a su mente y vio a un joven pelirrojo de pie ante una casa en llamas. Sombras largas, otras gordas rodeaban al chico, encogiéndose o agrandando. El chico se alejó del fuego y las sombras acechantes. Un gran bosque apareció y él se internó en este.


Cassandra estaba de rodillas en el suelo, sudando frío, la respiración agitada. Pero esta no fue la última de sus visiones, aquella noche un torrente de imágenes la agobio. Para cuando el sol se elevó en el horizonte, Cassandra se preparó para despedir a Faustina en su viaje al mundo de los muertos. Ahora entendía lo que Faustina le había dicho.


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